¿Qué hace una institución en medio de una historia de amor? ¿Es posible que el amor sea proclamado en una ceremonia, que sea objeto de un contrato y que un papel lo certifique? ¿Acaso es un sistema legal lo más apropiado para organizar el amor? El autor trata de dar respuesta a estas preguntas a partir de la necesidad humana del amor y de la débil capacidad humana para amar, para concluir que el derecho opera donde tiene sentido que lo haga, es decir, allí donde las relaciones de justicia pueden vulnerarse. Comprender, vivir y proclamar la verdad del amor auténtico fue el deseo frustrado de la revolución sexual y es hoy uno de los más importantes retos culturales del siglo XXI.