Quizá el icono más representativo entre los machos cinematográficos, Clint Eastwood se ha convertido en una leyenda viviente, primero como actor y después como aclamado director y productor. Tras iniciarse en la televisión y en subproductos de serie B, se consagró como estrella internacional a mediados de los 60 gracias a la popular trilogía de spaghetti westerns rodados en Almería con Sergio Leone: Por un puñado de dólares, La muerte tenía un precio y El bueno, el feo y el malo. Pero fue su papel del ultraviolento inspector Harry Callahan en Harry el Sucio (1971), el que le brindó su personaje más característico, el policía enemigo de las normas que sigue siendo imitado (muchas veces por él mismo) a día de hoy.