CARTAS DESDE MI CELDA

Dicen que el primer amor nunca se olvida. Y más aún si no es un amor terrenal, sino divino, el amor a un dios, un amor platónico, alimentado por versos y rimas, por leyendas sobre amantes imposibles que se buscan más allá de la muerte. Bécquer, mi amor de quince años, leído y releído hasta ser grabado indeleble en la memoria, tus rimas hoy me saben a juventud y a nostalgia, y tus leyendas fueron la puerta a otros amores: Stoker, Poe, Austen o Shelley, góticos y románticos… Las Cartas desde mi celda son unos escritos menos conocidos, quizás, del admirado sevillano universal. Tenía que leerlas, se lo debía… y lo hice con el dolor de acompañarle enfermo de muerte. Gustavo Adolfo escribe ocho cartas desde su celda en el monasterio de Veruela, al pie del Moncayo, donde acude para tratarse de la tuberculosis y la tisis. En ellas relata sus impresiones acerca de sus compañeros de viaje en el ferrocarril que lo lleva desde Madrid, el paisaje, sus paseos por la esplendorosa naturaleza aragonesa o su falta de inspiración al hora de escribir artículos para el periódico que lo emplea-¨ Gracias a Dios no tengo la fea costumbre de morderme las uñas en caso de esterilidad, que ya sería cosa de haberme comido la primera falange de los dedos¨. Me enternece la vitalidad con la que se expresa, no hay lugar para el pesimismo o la amargura, no cuenta su convalecencia. Finalmente se reencuentra con sus raíces literarias, escucha, investiga, imagina, sueña y escribe leyendas que le cuentan sus convecinos, una tras otra, leyendas de brujas, en ese estilo tan lírico y cuidado al que acostumbra, que atrapa y hace volar la imaginación. A mi querido Bécquer le debo mucho, el placer de la lectura por ejemplo o el despertar a un estilo de escritura que siempre me acompaña. Cómo olvidarlo… Dicen que el primer amor nunca se olvida y yo lo siento así.

Esta narración epistolar nace de la reclusión forzada del poeta debido a su tuberculosis. Son retratos de paisajes, costumbres y personajes. Algunas cartas son algo insustanciales, pero Bécquer escribe como pocos. Da gusto volver a leer a los clásicos de nuestra literatura.