Obra póstuma, intimista, en la que el autor rinde homenaje a su mujer Con la belleza de su mejor prosa poética, Francisco Umbral, describe su vida y la de su mujer en los primeros ochenta, cuando aún viven en Madrid y acaban de comprarse una casa en las afueras, La Dacha. Bellas descripciones del jardín son escenario en el que se disecciona su matrimonio y, en esencia, todos los matrimonios, la convivencia, con su complicidad y su distancia.
Francisco Umbral es un descubrimiento para mí. No había leído nada de el. (Este año leeré a aquellos que nunca he leído). Carta a mi esposa es un libro pequeño y grande. Pequeño porque su prosa es lúdica, poética, una hipnosis imparable de imágenes bellas, aunque en ocasiones la belleza narrativa salga al quiere ante esa vorágine prosaica, ese forzoso alargamiento del tema que vuelve un poco t diosa su lectura. Pero el estilo y el lenguaje solucionan amablemente ese desliz. Umbral juega con las imágenes de un inminente adiós definitivo. Es el discurso del que ve la puerta a través de la cual se deja atrás todo lo vivido definitivamente. Pero al mismo tiempo resulta ser un pretexto para reconstruir días pretéritos al lado de María, su esposa. Los mejores recuerdos se hacen lúcidos, bellos. Ya quisiera yo escribir una carta semejante si el momento y la muerte no fueran a veces tan improvisados para aparecerse. Un libro entrañable.
Envejecer, María, no es ir dejando cosas, sino ir viendo cómo las cosas nos dejan.
El jardín eres tú, María, está colonizado por ti. ¿Me dejas pasear por tu jardín?
Hay una caricia, hay un vuelo de palomas, cuando cada cuerpo se deshace en palomas para el otro