Así supe que los libros sirven para romper la soledad. Y la rompen también mientras son escritos.
Con frecuencia, cuando me alentabas en la escritura, me decías: Lo que no escribas vos no lo va a escribir nadie
Nos vamos. Caminamos hacia el Bajo, Desde el río viene una brisa dulzona. El río que se abre al mar, ese mar en cuyo horizonte está invisible tu tierra.
Lo que uno sabe del otro es tan escaso como lo que sabe de sí. Escribo para saber quién soy.
Pero esta mañana me cuesta levantarme. Desde que empecé a transcribir nuestras conversaciones me cuesta la voluntad. Hace días que te escucho menos. Escucho menos tu voz. La conversación empezada en el verano, constante, se apaga.