Clarence y su hermana pequeña Amy son princesas, pero recorren toda Gran Bretaña, de pueblo en pueblo, como dos fugitivas. Sobreviven vendiendo ungüentos y esperando que, algún día, puedan regresar al pequeño reino de los Pirineos donde la revolución acabó con su vida de cuento de hadas. Con el tiempo, las dos jóvenes han aprendido a defenderse tanto del hambre como de las atenciones no deseadas de los hombres. Pero todas las defensas de Clarice parecen tambalearse tras el encuentro con Robert MacKenzie, conde Hepburn. En sus ojos, la princesa reconoce la promesa de un amor para el que no la preparó su infancia en Palacio... pero también la sospecha de que aquel hombre apuesto y silencioso guarda en mente para ella un plan inconfesable. Arrastrada hasta el castillo de Robert, se convierte en peón de un juego que el conde lleva mucho tiempo planeando. Pero, algunas veces, hasta un peón puede decidir la partida.
Es una lectura muy interesante y en la que no puedes parar de leer. Me gusta la conexión que tienen desde el principio, aunque el enigma del plan de Robert fue algo decepcionante. Me gustó la astucia de la esposa de Ogley, aunque no me gustó el final del coronel Óscar Ogley. Hay un comentario que dice sobre lo que tienen en comun carmen y Robert que no se aclara si es cierto. Me hubiera gustado saber algo más sobre la historia Millicent. Me hacen mucha gracia los 5 ancianos del pueblo. Escribe muy bien las escenas íntimas. Es genial que Clarisa quiera arreglar la vida de las chicas y como termina luchando por lo que quiere realmente.