El gran poeta Miguel Hernández (Orihuela, 1910 - Alicante, 1942) estaba destinado a ser cabrero, como su padre y su hermano, y como muchos otros muchachos humildes de su época. Pero el amor por la cultura y los escritores con los que trabó amistad le hicieron conocer un mundo nuevo con el que se comprometió, dejándose llevar por los vientos del pueblo y la libertad. Así, el cabrero se convirtió en escritor –cada vez más valorado–, hasta que una guerra cruel se interpuso en su camino. Tren de ida y vuelta novela la vida de Miguel Hernández, un relato que él no pudo escribir, y nos transmite los detalles desgarradores de una historia emocionante y llena de humanidad.
-Es que escribes cosas muy raras, Miguelico -me dijo una vez Meno, otro joven cabrero y uno de mis mejores amigos-. La gente no habla así. -Ya lo sé. Ningún escritor de poesías lo hace. Los versos son otra cosa. Creo que con las poesías podemos... -Nosotros sólo sabemos de cabras y de sudor -replicó Meno sin dejarme acabar la frase-. Las poesías son para los ricos..., para la gente que puede perder el tiempo. -O no... -fue mi respuesta. Mi padre pensaba como Meno: no podía entender que empleara horas y horas con libros que nada me aportaban. -¿Y qué es eso de la poesía? Un pasatiempo de la gente bien que no sabe lo que es deslomarse con el trabajo.