Johannes Hessen fue una de las principales figuras del movimiento filosófico del siglo XX en Europa. Profesor de la Universidad de Colonia y adscrito al grupo de pensadores católicos, fue autor de numerosas obras sobre filosofía escolástica y de otras sobre los principales problemas metafísicos.Teoría del conocimiento ha sido reconocida como la producción más lograda y significativa de Hessen. Se trata de un libro de valor excepcional y poseedor de una singular aptitud para iniciar a todos los lectores en las difíciles cuestiones de la gnoseología. El vasto panorama que ofrecen los problemas del conocimiento, los diferentes puntos de vista y las variadas soluciones propuestas se tratan aquí con precisión y fidelidad, con una seguridad y una eficacia didáctica que revelan tanto la hondura y versación del filósofo como la destreza y la vocación del maestro. Es además importante este libro porque en él se puso por vez primera el moderno método fenomenológico al servicio de la teoría del conocimiento; y porque plantea una discusión detenida de este problema, que no suelen tratar otras exposiciones. Y, finalmente, porque desenvuelve la teoría especial del conocimiento, además de la general.
Un libro genial para conocer la epistemología. Expone todos los puntos de vista que compiten a la hora de explicar qué es el conocimiento y cómo se llega a él y mostrando la sangre fría de mojarse y dar su opinión. Además es sencillo de leer, todo lo ameno que puede ser un compendio filosófico y bastante actual a pesar de que fue escrito antes del Internet.
Me parece excelente la forma en que logra explicar y captar la atención del lector con esa escritura que a pesar de ser un ensayo muy técnico es entendible para una persona del común, y aunque no me gustó del todo debido a que esperaba cerrará un poco más el debate respecto a lo que realmente era el origen del conocimiento, y el hecho de que particularice en concepto del principio de causalidad aunque es una opinión debía abrir más este tema a entendimiento de otras opiniones.
Ni el idealismo ni el realismo pueden probarse o refutarse por medios puramente racionales.