La obra de Matsúo Basho (1644-1694), discípulo del monje zen Buccho, es una de las cumbres de la literatura japonesa de todos los tiempos. En 1957, el gran poeta y ensayista mexicano Octavio Paz emprendió junto a Eikichi Hayashiya la tarea de traducir Sendas de Oku, el famoso diario de viaje de Basho, que hasta entonces no se había traducido a ninguna lengua occidental. La obra fue de nuevo publicada en 1970 y 1981 por Seix Barral; en 1992, la editorial Shinto Tsushin de Tokio publicó la traducción definitiva del texto en una lujosa edición acompañada de las caligrafías (incluidas en esta edición) y las pinturas del pintor Yosa Buson (1716-1783).
Esto no es una reseña. Bashô es a la poesía como la poesía es a la vida. Es un viaje profundo, lo sabemos, leer este texto que combina Haikús, rengas, tankas, es realmente fascinante. Dicen que la música es una máquina del tiempo, pero las letras, son ellas las que nos hacen conocer un mundo distante en espacio y tiempo. A continuación, dejo un par de Haikús, entre tantos, que me llegaron al corazón. Hoy el rocío borrará lo escrito en mi sombrero. Bajo las abiertas campánulas comemos nuestra comida, nosotros que sólo somos hombres.