Nuestro gran peligro aquí, en la tierra, es olvidarnos de que el diablo es una fuerza viva y actuante. Nada convence más al diablo que el que nos olvidemos de él o no le prestemos atención y, sobre todo, que no creamos en él. Un enemigo cuya presencia no se sospecha, que puede atacar emboscado, es doblemente peligroso. Las posibilidades de victoria que tiene el enemigo aumentan en proporción a la ceguera inadvertencia de la víctima.