La sangre se encuentra entre lo material y lo espiritual, es un fluido, a la vez concreto y metafórico, que conecta al individuo con la familia, con la tribu, con la historia y con lo divino. Así, al lado de la historia positiva, científica de la sangre, ésa de descubrimientos graduales y esforzados, se desenvuelve esa otra prolongada historia simbólica, plagada de dioses y fantasmas, que forma parte de nuestro acervo más tenaz de arquetipos. Hubard aborda ambas historias y con un método que combina saberes, ya sea la filosofía con la filología, la teología con la historia, o la ciencia con la literatura, y crea una exploración de rigor inusitado en el ensayo actual que resulta accesible gracias a su don de estilo.