Muchos de los poetas y músicos que en los 80 y 90 empezamos a vertebrar esa suerte de poesía y lírica que ha sido la música rock y la poesía urbana de este país, debemos mucho a Alberto Manzano. Nuestra producción sería otra, distinta, sin él. Alberto nos traducía las palabras de nuestros hermanos mayores, padrinos y a veces sobredimensionados ídolos. Nick Cave, Tom Waits, Patti Smith, Dylan, Lou Reed y, por encima de todos, Cohen, siempre Cohen. Manzano -además- ampliaba el mensaje y le daba una carga que en otros mensajeros se perdía. Y es que siempre lo sospechamos: había un poeta dentro de ese otro Manzano traductor. Incluso tenía el olfato de saber que la distancia ente la Velvet y García Lorca, Rimbaud y Zimmerman, era mínima, apenas un pinchazo, un vómito, un beso robado a la noche, al hilo de cobre que oías en la cabeza. Así pues, a la distancia justa de sus mentores e influencias, tras su Para los que no pueden hablar (2000), Alberto Manzano nos regala este Puente del alma y la luna. Por sus líneas hay calle e incienso. Sangre, derrota y fe bombeadas, como no podía ser de otra manera, desde un corazón de rock and roll. Carlos Zanón