También se puede acariciar a un hombre de lejos. Se puede llegar a él y conseguir que llegue a ti sin necesidad de tocarlo. Se puede perder todo en el momento en que cedemos a la tentación de hacerlo.
Quizá, simplemente, a ciertas verdades haya que acostumbrarse: aceptar que las heridas, ciertas heridas, no se curan; que las cosas, algunas cosas, no se resuelven; y que no todos nos salvamos.
¿Recordamos para retener algo que ha pasado, o para salvarlo del olvido? No es lo mismo.