Recuerdo muchas mañanas de sábado ( ) cómo don Miguel [Artola]bajaba al sótano de nuestra librería para «echar una mano» en la apertura de los paquetes extranjeros. ¡Quién iba a quitarle a él el privilegio de disponer del último título publicado sobre el Estado moderno o sobre la Revolución Francesa que nos podía ofrecer cualquiera de las prensas universitarias internacionales!