Shiro Kikutani, modesto profesor, apuñaló a su mujer, mutiló a su amante e incendió la casa donde se encontraban. Condenado a prisión perpetua, Shiro no consigue arrepentirse de haber asesinado a Emiko, pues lo considera un crimen plenamente justificado. Tras dieciséis años de solitario confinamiento, se le concede libertad condicional y es arrojado a un mundo mecanizado e implacable, el nuestro.