Lázaro se sacude las ortigas dibuja un viaje iniciático de retorno, de la muerte a la vida. Lázaro vuelve desde esa frontera consciente de que la senda queda señalada y de que 'habrá de regresar después de todo'. Es un superviviente escéptico que arrastra consigo 'el fragor de la culpa' frente a los que no tuvieron esa oportunidad, pero también el entusiasmo de caminar de nuevo. Aprende a mirar con otros ojos el paraíso, con la serenidad de quien asume su propia insignificancia ('algo de cenizadispuesta para la eternidad'). Ese retorno supone aprender a pronunciar otra vez los nombres de las cosas. La escritura es guarida y fortaleza de lo que permanece. A través del lenguaje, el libro evoluciona con el amor como horizonte de la humanización, con la sola razón de ser en otros brazos capaces de alejar el desasosiego.