El ser humano no es libre, es un prisionero de su naturaleza física y espiritual. Francisco Cano Díaz lo entenderá tiempo después de despertar y darse cuenta de que han desaparecido todas las personas de la faz del mundo; él es el único ser vivo que queda. Francisco se niega a creer lo que está ocurriendo, se niega a aceptar que está solo en el mundo. Por eso toma la decisión de sobrevivir durante ocho días, convencido de que es tiempo suficiente para encontrar, como mínimo, una persona que le explique lo que sucedió. Hasta ese momento mantiene la esperanza, pero cuando los alimentos empiezan a pudrirse y la vida a ser más insoportable, se ve obligado a tomar una decisión; ser libre de verdad.