Este destacado teósofo afirmaba que Cada hombre es, en su esencia, divino. Una chispa de la hoguera de Dios, evolucionando por grados hacia un futuro de gloria y esplendor, que culmine en la unión con Él. Esta evolución está gobernada por una ley de justicia eterna, que rinde a cada hombre el fruto de lo que siembra: júbilo por el bien y sufrimiento por el mal . Consideraba que la sabiduría es el más valioso instrumento de servicio, la mayor ofrenda que puede hacer el hombre, que sólo se adquiere por devoción y examen de las cosas secretas.