La piel, instrumento que guarda el alma en sus huecos más profundos, y deja respirar a los monstruos que todos tenemos en ella. Una piel fundida a negro por los miedos, los temores y las ansias. La misma piel que se ha estirado, encogido, hecha trozos y jirones por la desesperación y desencuentros de pensamientos: comer o no comer, vaciar el cuerpo de sólidos o llenarlo de sinrazones, levitar por este mundo sin alma propia aceptando los designios de la sociedad o ser fuerte y vivir por una misma. Todas estas son preguntas retóricas que invaden mente y pueden conllevar alteraciones, ansiedades... Pero cada persona tiene su camino, y en éste nos plantean la salida de la razón de la sociedad para tener la esperanza en una vida propia, con momentos felices o no, pero, ciertamente, sin tener que agachar la cabeza ante nadie ni por nada.