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Sinopsis de LA PERSONA COMO DON

El primer gesto humano es el abrazo, respuesta a otros brazos abiertos. Los bebés alzan los brazos, los viejos mueren queriendo alzar los brazos. Cuenta José Saramago que su abuelo, un viejo campesino, se levantó de su lecho de muerte y se abrazó llorando a los árboles de su huerto para despedirse de ellos. Ningún niño viene al mundo proclamando «yo pienso, luego existo». Abandonada a sí misma, la persona jamás se realizaría como un «yo» auténtico. Si llega a realizarse, es porque otra libertad, fuera de ella, la considera y trata como un «yo». Como nos recuerda A. Leonard, sin necesidad de estudiar psicología o filosofía, todas las madres de la tierra saben que no hace falta esperar a que el niño tenga conciencia de que es un «yo» para hablarle de «tú» y saben también que hay que hablarle incluso antes de que el universo del lenguaje le sea inteligible. A lo largo de toda mi vida escapo al anonimato amenazador y accedo a la plenitud de mi ser personal gracias al don que me viene del otro y de los otros.

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