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Sinopsis de LA MITAD DE LOS PECADOS

La envidia es peligrosa porque es ingobernable. No es un defecto, una debilidad del espíritu o un pecado. Es una pasión con la que nace quien la sufrirá el resto de su vida. Quien envidia, siente amargura porque el otro tiene algo que él no posee, pero eso no significa necesariamente que desee poseer ese bien o esa cualidad. Quien envidia, siente tristeza o desasosiego por el bienestar o por la felicidad que imagina en el envidiado. No quiere obtener lo que tiene el otro, sino que el otro deje de poseerlo. Quizá sea que el que envidia quiera ser el otro. Eso es imposible, y de esa impotencia nace el resentimiento. La vida le había reservado a Pablo un lugar entre millones de hombres humildes, y lo fue, pero alguien se empeñó en cambiarle el guión. La envidia de quien llegó a ser muy poderoso amenazó la propia existencia de Pablo, le hizo sufrir tortura, le llevó a la cárcel y estuvo a punto de hacerle perder a la mujer que marcó su existencia. Pablo sólo tuvo una oportunidad para evitar morir. Pablo ha pasado su vida sin querer oír hablar de la muerte, pero ahora, viejo, a pocas semanas del final, ya no le importa demasiado el juicio de los demás y confiesa lo que hizo para liberarse de su tirano personal, muchos años atrás. La mitad de los pecados fue finalista del Premio Azorín de Novela 2010.

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