Con enorme sensibilidad, y a través de situaciones tan cómicas como brutales (concursos de borrachos, la adoración desmedida a Roy Orbison, carreras nudistas en bicicleta), Dimitri Verhulst narra, en primera persona y jugando con la autobiografía, un vívido retrato de los inadaptados y de nuestra capacidad para encajar la infancia en el presente.