Nunca se había visto casa tan extraña como aquella en toda la región. Quizás por eso era tan visitada. El Sol y la Luna formaban una pareja muy alegre y simpática y por ello tenían muchos amigos. Les gustaba organizar fiestas y meriendas en su casa de la colina. ¡Raro era el día en que no tenían algún invitado! Todos ellos venían acompañados de algún familiar o amigo, pues nadie quería perderse las fiestas del Sol y la Luna.