Tras el fallecimiento de Juan rojas, los habitantes de La Aldea se disponen a visitar la sala mortuoria. Personajes como el alcalde, el tonto del pueblo o incluso el espectro de la madre del difunto; entre muchos otros, son utilizados por el autor para conseguir, mediante la distorsión de la realidad, una crítica a la vida con un tono irónico y humor surrealista, logrando con ello la desmitificación de la muerte. Nota del autor: Si bien todos los hombres de los pueblos que aparecen a lo largo de la obra están tomados de lugares existentes, los nombres de los personajes son ficticios y cualquier parecido con la realidad sería pura coincidencia.