Si algo puede decirse de un estadounidense es que está encantado de haberse conocido a sí mismo. No es para menos, pues transformar al resto del globo en su patio de atrás tiene un mérito sólo comparable al de haber convertido a la hamburguesa en un objeto de culto. Si a ello añadimos que han hecho del cine casi un sinónimo de "americano" ¿quién no estará dispuesto a disculparles sus pequeñas excentricidades?