Hay un área del lenguaje a la cual, cuando uno se acerca demasiado, pierde sus contornos, se vuelve borrosa. Una línea de un poema empieza a tener el contorno de un cuento; un cuento empieza a desdibujar sus frases hasta sugerir que hay algo de poema en él. Más que ponerle un nombre, pensarlo como una área del lenguaje, de la poética. Por esa zona, los cuentos de Erosión, de Celina Aste, transitan en cada párrafo. En ellos hay que buscar un funcionamiento y también un asombro: del lenguaje, de la forma, de los cruces, de lo incandescente. Tal vez Erosión se refiera a esto mismo, a esa área, desde algo que es de sí mismo y a la vez empieza a ser otra cosa donde los bordes se pierden, como lo que fue el desierto antes de ser desierto