Las líneas maestras de este libro son la crítica al neoconservadurismo de las actuales sociedades democráticas y una reflexión sobre la herencia ideológica de la Ilustración. Habermas hace gala en él de las virtudes del pensador contemporáneo: la convicción de que se puede ser activista sin incurrir en la demagogia, de que ninguna teoría puede prescindir de la práctica y de que la modernidad no impone necesariamente un relativismo contemplativo.