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RELIGIÓN Y FILOSOFÍA

EN LOS OSCUROS LUGARES DEL SABER

PETER KINGSLEY

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Sinopsis de EN LOS OSCUROS LUGARES DEL SABER

El poema de Parménides del siglo V a. C. es, además de uno de los pilares de la cultura occidental, un texto enigmático que ha desafiado a todos sus intérpretes durante más de dos mil quinientos años. A partir de un profundo conocimiento de la filología clásica y de unas reveladoras inscripciones halladas en el sur de Italia hace cuarenta años –tan extraordinarias que los especialistas hasta ahora no habían sabido cómo interpretarlas–, Peter Kingsley nos inicia en un fascinante recorrido filosófico que transforma radicalmente nuestra visión de la Grecia antigua. Allí donde creíamos ver solamente el origen de la filosofía occidental, nos encontramos con un sustrato religioso en donde los iatromantes y sacerdotes de Apolo conducen a los iniciados hacia un saber encaminado a transmutar el concepto de lo real. Kingsley, que despoja su investigación de todo ropaje académico, nos ofrece una seductora narración que nos transportará a esos oscuros lugares bajo tierra en donde los ritos de incubación y quietismo fueron el origen del mensaje metafísico de Parménides, cuyo contenido sapiencial, según Kingsley, se ha intentado ocultar, a partir de Platón, tanto del poema de Parménides como del contexto del cual procede.

3 reseñas sobre el libro EN LOS OSCUROS LUGARES DEL SABER

Me ha resultado muy interesante y escrito de una manera que permite disfrutar un tema que siempre resulta criptico. Ahora tendre que leer el poema de Parmenides. Terminado de leer el martes, 23 de enero de 2024 a la orilla del mar en Nusa Lembongan (Indonesia).


Realidad o ilusión, esa es la cuestión. El planteamiento de que la historia a lo mejor no es tal cual nos la han contado (ni de los filósofos griegos te puedes fiar ya), y de que la realidad se compone de muchos puntos de vista es ya argumento viejo. Que las creencias personales no son más que una imitación de las creencias del entorno donde nos hemos criado, también es argumento viejo. Que la luz nace a partir de la oscuridad, y que para ascender a los cielos primero has tenido que descender a los infiernos, es ya un argumento incómodo. Ahora, que te digan que los grandes héroes entraban en contacto con la divinidad mediante la quietud y la incubación... es un argumento que pone los pelos de punta a cualquiera que no sepa callarse ni debajo del agua. Que en este libro se defina la realidad personal (según la perspectiva pitagórica) como un enigma que cada uno debe desentrañar mediante las preguntas de la vida que aparentemente aún no tienen respuesta, es una invitación a indagar en lo místico más que en lo material, o dicho de otra manera, a estudiar con más detenimiento aquello que es invisible a los ojos y que resulta ser lo más esencial (como se dice en El Principito). Peter Kingsley reflexiona sobre esto valiéndose de los filósofos griegos, sobre todo de Parménides; hay momentos en los que parece que aporta más divagaciones que datos concretos, pero en todo caso, hay que reconocer que hay reflexiones que no dejan indiferente acerca de la realidad, la ilusión, y lo que hay en el medio.


«Había una tradición famosa sobre Pitágoras; ésta decía que iba de ciudad en ciudad, de pueblo en pueblo «no para enseñar sino para curar». Y los primeros grandes sistemas filosóficos crea-dos en Italia y en Sicilia no tenían nada de teóricos. En aquellos tiempos, el conocimiento sobre el origen del universo o los elementos que constituían la realidad habían de tener una aplicación práctica. Pero, sobre todo, estaba estrechamente vinculado con la sanación, con el deseo de ordenar la propia vida en todos los niveles posibles y ayudar a los demás hacerlo. La dificultad en comprender este vínculo entre la filosofía y la curación no tiene nada que ver con faltas de pruebas. Las evidencias son patentes; el único problema reside en la capa de silencio que se ha echado encima. Porque hay una cosa que hace el conocimiento de esos primeros filósofos tan difícil de aprehender y de darle sentido: el hecho de que su origen no se halla en el pensamiento ni en la razón. Procedía de la experiencia de otros estados de conciencia. Estos filósofos, la gente a la que atacan los textos hipocráticos, eran iatromanties, eran místicos y magos. Y según ellos no existe curación real a menos que se descubra lo que uno es más allá del mundo de los sentidos.» En este fragmento que he seleccionado del libro de Peter Kingsley se subraya la temática que aborda: el presupuesto de la finalidad principal de la filosofía de los eleatas y de los primeros filósofos griegos, la cual, más allá de la mera construcción de un sistema filosófico inherente a la razón, procuraba un uso aplicable: la curación del alma, y a través de ella, se concebía también la curación de los padecimientos físicos. Es una lectura deliciosa que intenta desenmarañar el poema ontológico de Parménides, el cual, ha suscitado todo tipo de hermenéutica y diatribas entre los estudiosos y, hasta la fecha, no se ha dado con un laudo definitivo sobre las oscuras palabras que lo constituyen, e incluso, me atrevería a decir, que lo mismo sucede con las inscripciones del pórtico de la escuela eleata y pitagórica, asimismo, con las sentencias de Heráclito; esto, aparte de lo fragmentario que resultan, también se debe, como nos relata Kingsley, por confrontar dichos textos exclusivamente dentro del terreno de la razón y la argumentación filosófica; y es aquí donde el libro del autor resulta innovador e interesante: nos abre una nueva perspectiva de análisis, ya no desde los fundamentos teóricos de la escuela de Parménides, sino desde la practicidad de su filosofía, enmarcada en fundamentos más bien de orden iniciático, pues, además de comprender la sanación del alma por medio de la filosofía, se halla un sustrato religioso en donde estos filósofos, caracterizados como iatrománticos y muchos de ellos consumados al sacerdocio apolíneo, conducen a los iniciados hacia un saber encaminado a transmutar el concepto de lo real, para ello, se valían de la llamada «muerte iniciática», que en el sistema parmenídico, se conseguía por medio de la “incubación”, que no era otra cosa que permanecer en un estado estático en las profundidades de la tierra (los iniciados se apostaban en fosas o en las oquedades de volcanes inactivos), lo que contempla, por supuesto, relaciones con los dioses del inframundo y de la madre Tierra. El fin era llegar, por medio de la contemplación, a la ataraxia (el estado supremo de los dioses), y por medio del acto de “morir antes de morir” el renacer espiritual. Estos métodos comprendían un sentido esotérico, diametralmente opuesto a la racionalización metafísica aristotélica, lo que incluso, ya a partir de Platón, los hermeneutas han intentado desacralizar viendo en ellos galimatías del pensamiento puro, pero estos mensajes, en realidad, estaban comprometidos con un fondo completamente espiritual, en el que el individuo rezumaba su identidad con el cosmos, hasta consumar su propia divinidad, la apoteosis mística del Ser. La obra de Kingsley me parece excepcional, y diría también “valiente”, puesto que es un autor que a pesar de que posee todas las credenciales necesarias para considerarlo una fuente académica, sin embargo, escribe al margen de las posturas académicas, y se atreve a otear aquel horizonte que la demás crítica censura, o a lo sumo, sólo mira de soslayo. En los oscuros lugares del saber, muy a pesar de tratar sobre una filosofía tan enrevesadamente oscura como la de Parménides y los eleatas (como se suele presentar estos temas por otros académicos) resulta un libro ameno y, en cierto grado, ligero, puesto que Kingsley sabe exponer y narrar el tema de una manera diáfana, quitando aquellos velos aparentes que se suelen poner a estos filósofos, desnudando una verdad otra que entronca con un mensaje que, fuera de la razón pura y abstracta, no deja de ser totalmente enriquecedor.


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