Estas son las tierras bajas. Las del barro. Las que se inundan. Donde nada crece ni funciona. Donde las baterías de la civilización están en sus últimas líneas y hasta el lenguaje se acaba. Allí algunos no hablan, no pueden o no quieren. Todo se raciona. Y día a día las pandillas de chicos en bici o a caballo se disputan el control de la zona. En cuanto uno asoma cabeza, hay otro listo para cortarla. En el medio de las cruzadas barriales, la gente sobrevive. Trata de no llamar la atención. De hacerse invisible. Pero la narradora tiene un problema: un poder. Sabe leer y escribir, y debe poner sus servicios a alguna de las bandas en guerra. Peor aún, en un mundo en el que los autos son una rareza, aparece un vehículo tan extraño como un animal mitológico: ¿el último Falcon de pie? El abuelo, un ex corredor de Turismo Carretera, es quizás el único capaz de devolverle la vida. El último Falcon sobre la tierra nos cuenta nueve días de una comunidad extraña, marcada por la tragedia y las catástrofes, pero también por nuevos comienzos. Porque, como dice la narradora: “La esperanza adquiere a veces unas formas muy extrañas”.
Una novela muy sencilla, de lectura veloz, con una prosa extremadamente frugal y sin ningún adorno. Esta muy bien escrito y transmite a la perfección esa sensación de desolación absoluta que viven los protagonistas en un barrio abandonado y olvidado por todos. Angustia, deprime, genera mucha tristeza. Quizás no sea cómodo o gratificante leerlo, pero si esa ha sido la Intención del autor, lo ha logrado con creces. De todos modos, se podría esperar un poco más. O sea, súper respetable pero muy, muy escueto…
A veces me agarran unas cosas raras, dice. No son recuerdos, pero me llevan a uno. Primero es algo medio vago y muy de a poco adquiere forma. Son como sensaciones. Casi siempre de mi infancia. (II) (Día 1)
La tierra blanda, húmeda, barrosa del jardín debajo de las plantas de mis pies y de este cielo gris que amenaza, después de un poco de sol, con otra lluvia. Las semillas permanecen escondidas, ocultas bajo esta capa densa de barro permanente. (I) (Día 3)
El abuelo fuma y el gesto de su rostro se transforma, se vuelve más afable, más armonioso. Se limpian las marcas de su frente, esas líneas que a veces le dan el aire de un hombre a quien los pensamientos lo agobian. (V) (Día 3)