Si Horace Walpole puede considerarse el padre indiscutible de la novela gótica, Ann Radcliffe fue sin duda la madre. La ingeniosa y racionalista Ann Radcliffe evoca en sus obras los aspectos más sombríos y dramáticos de la naturaleza con una cierta poesía. Mediante una recargada ornamentación y una extravagante dramatización de las más variadas formas de transgresión (incesto, violación…), que prometían peligros inminentes, luego desplazados o incumplidos, lograba captar la atención del lector. Fue la más eximia representante de la escuela gótica y logró poner de moda aquel género en las postrimerías del siglo XVIII. Su influencia alcanzó a escritores como Byron, Shelley o las hermanas Brontë. Aunque «Los misterios de Udolfo» se ha convertido en su obra más famosa, «El romance del bosque» fue la que más entusiasmo despertó entre sus contemporáneos (Coleridge o Walter Scott no escatimaron elogios en su momento), y hoy en día está considerada como la mejor novela de la autora. La importancia y la influencia del paisaje en los personajes y acontecimientos de la novela, las ruinas como símbolos de la fugacidad y del deterioro y desplome de las creaciones humanas y el culto de lo sombrío sustentan las contradictorias emociones de placer y miedo que tratan de provocar simultáneamente las novelas góticas.
Novela gótica por antonomasia, con todos los ingredientes del género: amor, pasión, secretos que se revelan en el último momento y cambian el curso del relato, ruinas misteriosas y abandonadas, paisajes idílicos que acompañan los sentimientos de los protagonistas, belleza, languidez, y una protagonista que se desmaya constantemente al verse superada por las penosas trabas que le pone la vida. Una joven es abandonada y entregada a un desconocido, que está huyendo de la justicia. A partir de ahí todo se complica. Hay una abadía abandonada, hay un misterio familiar alrededor de la joven, amor, un marqués malvado, huidas desesperadas, un juicio en el que todo se arregla y un final feliz. A pesar de todo puede ser una lectura entretenida. Yo la he disfrutado con una sonrisa, tan constante como los desmayos de la Adeline, la protagonista. Entiendo el éxito que tuvo en el momento de su publicación, porque posee todos los elementos que hicieron célebre este género. Se encuentra en la línea de El Castillo de Otranto, pero es mucho menos interesante que El Monje, que me pareció mucho mejor. No dejes de leerla si te gustan este tipo de libros y este género, pero léela sin presentismo, sin juzgarla con nuestra visión de siglo XXI.