EL PLACER

El placer fue la primera de las tres Novelas de la Rosa que escribio Gabriele D’Annunzio por el año 1889, es decir que es más antigua que Matusalén. Pero es la más exitosa, famosa y la más leida. La «rosa» alude al placer, tema común y explícito de las tres novelas. En ella representa como pocas la decadente y sensual búsqueda de la belleza, y, también, explora la necesidad del amor, pero también de su lado más perverso: el odio. El autor crea a un seductor (y álter ego de sí mismo), Andrea Sperelli, un conde muy elegante, rodeado de lujo, de gran estatura, poeta y de suave sensibilidad, que sigue la estela de otros grandes conquistadores de la historia, un tío que se las trae y si le das un cachito, algo te puede suceder. Se dice que un hombre debe casarse tres veces para poder entrar en el cielo. Pero aquí nuestro protagonista rompió por muy lejos esta estadística. Es un Don Juan con letra mayúscula. Él será víctima del odio y el amor mientras vive en la solitaria morada que se construye; una morada interior en la que se enfrentará a su propia codicia sin límite, a los celos y a la perversidad del éxtasis que le persigue en la unión de su cuerpo con el de sus amadas. Ambicioso, culto e insaciable en sus apetitos carnales y estéticos, no podrá evitar lo inevitable: ser víctima de la decadente y sensual búsqueda de la belleza. El es un hombre de gustos exquisitos, amante refinado y sensual, que cree encontrar en el cuerpo de la mujer el antídoto contra la enfermedad de su espíritu. Abandonado en el colmo de la pasión por su amante, Elena Muti, intenta olvidarla revoloteando de flor en flor. Se convierte así en el amante de una mujer decididamente espiritual, María Ferres, de la que se enamora y pretende conquistar a toda costa. En ese interin, Elena regresa a Roma. Y el picaflor de Andrea siente surgir nuevamente dentro de sí el deseo de reconquistarla; obsesionado con su ex amante y al enterarse de que Muti está saliendo con un nuevo hombre, en medio de la relación sexual, Andrea llama a María por el nombre de la otra mujer, por lo pierde a ambas mujeres y se queda solito. En este triángulo amoroso se consumen las vidas de unos seres trágicamente condenados a frivolidad y el carácter de una época que creíamos muerta y hoy parece clamar por su resurrección. En El placer, el arte es la herramienta con la que el narrador explora la vida interior de su protagonista y el alma femenina, a la que narcotiza con el don de las palabras. Una obra de alta literatura, de tonos cortesanos y sofisticados, que refleja la naturaleza y actitudes de su autor.