Es el año 1914 y Adrien, un joven teniente de ingenieros, resulta gravemente herido a causa de un obús alemán en su primera misión de combate, es trasladado al hospital militar de Val-de-Grâce en donde será el primer interno del pabellón dedicado a oficiales desfigurados. A lo largo de los siguientes cinco años, Adrien verá pasar por el pabellón a cientos y cientos de hombres que perdieron sus caras en el combate, y a pesar de los sufrimientos derivados de su situación y de las constantes operaciones de reconstrucción de su rostro, él y sus compañeros Penanster y Weil se convertirán en el alma del hospital. Conoce la crítica aquí: https://plumagulunga1.blogspot.com/2021/09/el-pabellon-de-los-oficiales-marc-dugain.html
Había pasado a atacar a Dios, porque es la fe la que empuja a los hombres a la guerra. << Si no existiera esta asquerosa creencia en la vida eterna>> decía, <<los hombres no irían al matadero con tanta convicción...>>
El hombre del campo sabe que no es más que el eslabón de una cadena regida por leyes simples y que querer saber algo más sólo lleva a martirizarse. Los de ciudad son el centro de un mundo que se han construido ellos mismos.
No creo en Dios, pero eso no impide que piense que cada uno tiene su buena estrella, y yo confío en la mía. Algunos hombres encuentran la muerte antes que otros, y creo que el hombre que reflexiona sobre la muerte la aleja.
Lo que diferencia al animal del hombre es que el animal no tiene noción del futuro.
Sé que volveré a verla, aunque haya de pasar meses, años. La veré marchitarse, veré cómo el tiempo suaviza sus contornos, mella su belleza. Mientras, yo, el del rostro mutilado, no envejeceré.
Los desfigurados tienen esa particularidad, se les distingue sobre los demás, sólo se les ve a ellos y, al mismo tiempo, no se les ve. Así que la seguí, como un cazador o como un maníaco. Quería que supiera que, a pesar de las apariencias, sigo siendo el mismo.