El protagonista, como si de Ícaro se tratara, inventa un artefacto para poder volar. Tras algún desacierto que le lleva al suelo, consigue por casualidad elevarse y llegar a «otro mundo». Va a parar al paraíso. Este viaje fantástico será sólo una excusa para, al encontrarse con el viejo Elías, hacer un repaso a diversos aspectos de la condición humana y criticar la Biblia, los milagros, la guerra, la creación del mundo y otras cuestiones de filosofía contemporánea... Además, cuestiona la inmortalidad del alma y la existencia de Dios, entre otros muchos aspectos de la religión.
Una novela corta, que entremezcla el género de aventuras con hilarantes reflexiones, teorías y crítica. Muy interesante su lectura cuatrocientos años después de su publicación y que, seguro, lo sería aún más en su propia época. Recuerda en algunos aspectos a “Las aventuras del barón Münchausen” en cuanto a lo absurdo, imaginativo y surrealista de algunas escenas. Básicamente el argumento gira en torno a su protagonista, atraído a viajar a la Luna para descubrir lo que hay en ella. Tras un intento fallido lo consigue a la segunda ocasión, descubriendo un estado y una sociedad similar a la nuestra, donde nuestro mundo es para ellos la Luna, y todas las cosas parecen funcionar al revés. El protagonista no sólo es considerado un animal, sino que sus habitantes, de raza animal, ostentan la categoría humana y se la niegan a él. Además, reflejan mediante sus razonamientos y reflexiones una antítesis de nuestra sociedad y forma de pensar, lo cual es realmente una crítica mordaz a nuestra propia humanidad y contradicciones políticas, sociales y éticas. No hay títere que Cyrano no deje sin cabeza: la Biblia, la Iglesia, la monarquía, la burguesía, la ciencia, la clase baja. Desde diferentes puntos de vista en diálogos que van desde hipótesis científicas o reflexiones que los protagonistas hacen entre ellos, el autor cuestiona todo lo que hasta entonces era incuestionable. Saca de quicio a personajes bíblicos, cuestiona la existencia de Dios, teoriza sobre temas científicos avanzados como estructuras atómicas, critica las costumbres, la tolerancia y los límites de sufrimiento humano. Todo ello provocó la prohibición del texto por parte de la Iglesia, que lo mantuvo oculto durante más de doscientos años. Cyrano era una persona tremendamente culta e inteligente. Pero, sobre todo, un auténtico inconformista con sus tiempos y la contradicción humana.