Un día, en la escuela, Duncan encontró un montón de cartas para él. Eran sus crayones que, molestos por el trato que recibían, decidieron escribir cartas como ultimátum para Duncan. Crayón Beige está cansado de ser el segundón de Crayón Café; Crayón Negro quiere ser usado para algo más que los contornos; y el Naranja y el Amarillo ya no se hablan porque cada uno cree que es el verdadero color del sol. El pobre Duncan solo quiere que sus crayo-nes sean felices. ¿Qué podrá hacer para tenerlos de vuelta?
Un buen día Duncan abre su cartuchera en la escuela listo para desplegar su emoción con un buen dibujo en una hoja. Para su sorpresa, cuando lo hace, encuentra que sus crayones le habían dejado múltiples cartas de queja. Molestos, manifiestan sus disgustos acerca de las cosas que dibujan, cansancio, demandas e incluso cada uno rectifica ser el crayón favorito. Si el niño no atiende a estos reclamos, sus útiles no tendrán otra alternativa que renunciar.