Acontecimiento pleno de significados, el aquelarre ha pasado de la imaginación crédula y censora de la magia diabólica a la relatoría literaria y viceversa, mostrando a través de la historia un juego biunívoco de cargas semióticas que parece inagotable. Su pretendida realidad y su carácter mitológico propician, prácticamente al mismo tiempo, intereses históricos y variantes propias de la ficción.