El hambre es, según Rodríguez Marín, la «más apetitosa de las salsas»,persiguiendo constantemente al pobre en su afanar diario. De ahí el aprovechartodos los alimentos que la naturaleza le pone a mano, sin afectarle las modasextranjeras ni los modelos nacionales de mayor o menor aceptación, y que lasclases pudientes, por el hecho de serlo y, por ello, inclinadas a lo novedoso,adoptaban de acuerdo a su condición. La prohibición cartuja de comer carne noafectó a otras viandas, como el atún, hasta el punto de que se hizo célebre elllamado jamón de las Cuevas o mojama. La severidad de costumbres, sin apenasmargen a la relajación, hizo de éste el más famoso de los desiertossevillanos. El olvido del mundo, el silencio y la soledad, sin excluir elámbito caritativo, eran los pilares básicos de estos monjes cartujos en quebasaban su dedicación cotidiana, equilibrada con ejercicios manuales y otrasactividades, que en el horario covitano recordaban al pecado de Adán. Para loshuéspedes se hacían grandes tortillas de huevos. Y no son otras que las hoypopulares tortillas a la francesa, que aquí tienen, parece ser, su origen.