¡Vamos a ver a papá! Es el título de una historia entrañable que afloró sentimientos de tristeza en mí, porque me hizo recordar a algunas personas queridas que tuvieron que partir de su terruño buscando una nueva oportunidad en lugares desconocidos. En la medida que avanzaba en la lectura podía sentir que iba calando muy profundo apretujando mi corazón, en momentos llegue a sentir un taco en la garganta que me quitaba la respiración… los ojos se me aguaron, fue inevitable. Cuando una niña expresa desde su inocencia y amor la ausencia de alguien a quien ama hace la diferencia. La protagonista vive con su madre, su abuelita y Kike su mascota, ellos son muy especiales para ella, pero no puede evitar contar los días, meses y años de ausencia física; para ella los domingos eran su día favorito, podía dormir un poco más porque no tenía que ir a estudiar, pero es el día que más madrugaba, puesto que puede hablar con ese ser maravilloso que llena de luz y alegría su vida. Un día recibe una noticia que le hace mucha ilusión, podría ponerle fin a la nostalgia que la embargaba. Sin embargo, no hay felicidad completa, ahora ya no escribe en su diario a esa persona tan especial, donde plasmaba aquellas cosas que no alcanzaba a compartirle en la llamada telefónica, sino que empieza un nuevo diario para su abuelita… Con este relato nos acercamos a los sin sabores de la inmigración desde la perspectiva de la distancia y la ausencia de los seres queridos.