La infancia es algo más que pañales, mocos y lágrimas. Mucho más que aprender, jugar y reír. Crecer y evolucionar en todo sentido es una tarea complicada, más cuando las líneas son trazadas por terceras personas que nada tienen que ver contigo y a quienes no les importas nada en realidad... Recuperar nuestra parte infantil, desabrochándonos el alma e invi-tando a pasear a la niña o el niño que sigue dentro nos ayudará a querernos mucho más... ¡¡Bienvenidas al viaje de mi vida!!
Mamá, cuánto te extraño en cada momento de mis días. Cuando miro al cielo a través de la ventana y escucho tus palabras, aquellos consejos que no siempre seguí, pero que no olvidaré jamás…
Durante muchos años de mi vida le guardé un gran rencor a mi padre, y aquello fue el inicio de mi conversión a la rebeldía.
Hermano Juan Carlos, nunca he dejado de pensar en ti y en todo lo que hubiéramos compartido juntos. Me consuela saber que te fuiste en el lugar donde más te gustaba estar, rodeado de pura y salvaje naturaleza, tal cual eras.
Era víctima de la típica ansia infantil que desapareció el día en que mi abuela llegó a casa y mi madre ya me había hecho la maleta con la ropa y mis elementos de aseo.
Al llegar a casa de mi abuela y mi tía, fui de sorpresa en sorpresa. Tenían televisión, refrescos en la nevera, ducha y bañera. Iba a dormir yo solo en una gran cama dentro de una habitación llena de libros.
La primera película que vi solo fue «Espartaco», con Kirk Douglas como protagonista. Fui a verla varias veces; creía que en algún momento pasaría algo nuevo. No acababa de diferenciar lo real de lo ficticio.