El universo de los relatos de Carlos Salem es hermético, y en él desfilan casi siempre los mismos protagonistas: el brutal y sensible Harly; los elementales policías conocidos como el Gato y el Perro; la suspicaz Lola, que atiende flemática detrás de la barra; el Loco, que lo que más parece gustarle en este mundo es tenderse en plena vía; Tony y Ray, salidos de alguna película del Tarantino más pulp, artista de poca monta uno y vividor sin oficio el otro, y sobre todo Poe, el escritor desencantado en torno al cual late el pulso de estos cuentos, que resuelve casos bebiendo eternas Mahou y tomando sus decisiones según la cantidad de palillos de fósforos que saque del bolsillo en ese momento. Cada uno es la entrada de otro, una conjetura sobre la imperturbable y cínica vida de estos outsiders convocados por la magia de un escritor que sabe su oficio.
Tengo la impresión que Carlos Salem es uno de esos escritores que amás u odiás. Y tengo también la ligera impresión que soy de los primeros a fuerza de disfrutar algunas de sus novelas. En esta abundante colección de relatos, Carlos Salem propone la invencíón de un nuevo género: la cerveza ficción. Hasta nos escribe un decálogo con sus características. También aclara que no es nada nuevo ese género y que en realidad, no está inventando nada. Es más bien una actitud. Y es que Salem, como muchos de sus personajes, es un embaucador adorable. Caben en sus relatos tanto los tópicos de la literatura negra y de tradición bukoswskiana (borrachos, criminales,antihéroes, perdedores, soñadores, poetas venidos a menos; el costado sórdido de las ciudades y bares de los cuales uno nunca sale ileso) como lo fantástico y lo grotesco. Los relatos ubicados en ese universo de novela negra poblado por algunos personajes conocidos y habituales en su literatura son los que mejor funcionan: una mitología cuyo Olimpo son los bares de Malasaña. Hay en la sedienta prosa de Salem eclecticismo, conviven realismo sucio, policial negro, toques fantásticos, humor, grotesco, cínismo y hasta se evidencia la veta poética del autor (Salem es también un gran poeta). Quizás ese mismo eclecticismo y la elevada cantidad de relatos jueguen un poco en contra en la valoración final. El resultado es ostensiblemente desparejo a pesar del oficio, habilidad, gracia y gran manejo de palabras, ideas y ritmos que posee Carlos Salem. Relatos negros, cerveza rubia puede que no sea la mejor puerta de entrada para este escritor. Mejor empezar por alguna de sus fantásticas novelas negras.