Las primeras memorias eróticas de una mujer árabe. Después de varios años de infructuoso matrimonio con un hombre insensible, Badra, harta de las vejaciones de su esposo, se escapa de su pueblo natal, Imchouk, en Marruecos, y llega a casa de su tía en Tánger. Allí, en la gran ciudad, se encuentra con un mundo completamente diferente y comienza una nueva vida. Descubrirá los placeres carnales y el amor sensual.
Driss amaba Marruecos hasta el punto de negarse a abrir una consulta en la ciudad, pues consideraba que su verdadero sitio estaba en la salud pública ".
Hmed me había conocido muy pequeña y desde hacía dos años me comía con unos ojos febriles a cada ida y venida del colegio. Vio cómo caminaba, y consideró que yo era un bonito agujero donde introducirse y un buen asunto para liquidar. Quería hijos. Sólo varones".
No, no amé a Hmed, pero creí que al menos me serviría de algo: haría de mí una mujer. Me liberaría y me cubriría de oro y de besos. Sin embargo, lo único que consiguió fue despojarse de mis risas".
Estaba en Tánger. Poco importaban mis veinte años, que no tenían nada a lo que aferrarse. Había dejado atrás mi pasado, que se alejaba como se alejan las nubes cargadas de granizo, apresuradas y culpables".
Turbada, me arriesgué a preguntarle qué era un bonito y noble pecado. Repentinamente, grave y soñadora, murmuró: - Amar, hija mía. Amar, eso es todo. Pero es un pecado que merece el paraíso como recompensa".