El bien y el mal poniendo en juego a los hombres; la dignidad, de pronto, en el ocaso de la vida, cuando el holocausto reinvierte el destino de un hombre; la decadencia como un espejismo de la condición humana; la deshonra de un viejo sureño que, guadaña en mano, espera el fin de una especie, mientras el fuego por detrás devora las últimas señales del pecado y de la infamia: son algunos de los resplandores que desencadena este relato del celebrado William Faulkner, una historia a la manera de una gran metáfora que revalida el prestigio y la obra de uno de los más importantes escritores de todos los tiempos. El reportaje de Jean Stein, decididamente, clásico, sirve como prólogo, no sólo por las certeras contestaciones del autor estadounidense, sino por el clima que abre y propone, para que el lector de habla hispana pueda ahondar con más profundidad y placer en los visajes de un cuento, por cierto, recuperado y memorable.
Me encantó. La primera mitad del libro es una entrevista que le hicieron a Faulkner en 1956. Cómo fue que se convirtió en escritor, cuál es la fórmula para ser un buen novelista (dirá que 99% de talento, 99% de disciplina y 99% de trabajo), qué piensa de los críticos literarios, del futuro de la novela, cuáles son sus personajes favoritos, cómo concibió El sonido y la furia, etc. El diálogo no tiene desperdicio. La segunda mitad es el cuento de Wash Jones, un relato fuerte sobre la decadencia, el deshonor, la espera, el pecado y la muerte. Muy bueno. Dos perlas de la entrevista: W.F.: …la cualidad que un artista debe poseer es la objetividad al juzgar su obra, más la honradez y el valor de no engañarse al respecto. Puesto que ninguna de mis obras ha satisfecho mis propias normas, debo juzgarlas sobre la base de aquella que me causó la mayor aflicción y angustia, del mismo modo que la madre ama al hijo que se convirtió en ladrón o asesino más que al que se convirtió en sacerdote. J.S.: ¿Qué obra es esa? W.F.: El sonido y la furia. La escribí cinco veces distintas, tratando de contar la historia para liberarme del sueño que seguiría angustiándome mientras no lo contara. …. J.S.: Algunas personas dicen que no pueden entender sus obras, aún después de leerlas dos o tres veces. ¿Qué les sugeriría usted para que pudieran entenderlas? W.F.: Que las leyeran cuatro veces.