Madelaine, una joven doctora de treinta y seis años, se ve obligada a regresar a la casa que sus antepasados, los Martínez Durango, tienen en San Gabriel tras la muerte de su tía Rosario. Los Durango, la principal familia del pueblo, es dueña de la mayor parte de las tierras y de los más prósperos negocios, pero también pesa sobre ellos una larga leyenda de infortunio y numerosas habladurías...Para Madelaine, que siempre sintió aversión hacia la casa y todo lo que la rodeaba, su vuelta significará el reencuentro con su otra tía, Clara—una anciana de carácter dominante y aferrada a un mundo que ya no existe—, y con su pasado. Un pasado oscuro en el que flotan demasiadas preguntas jamás resueltas: ¿qué sucedió con su abuela Olivia, que fue borrada de la historia de la familia? ¿por qué su madre desapareció sin siquiera despedirse de ella? ¿qué relación unía a su madre con sus tías?
Los sonidos del exterior nunca habían irrumpido en el interior del palacio y lo que sucedía allí, allí se quedaba, quizá rebotando por las paredes, o absorbido por éstas.
A menudo he sentido que en la vida cabalgamos encima de un segundero. No tenemos tiempo para nada porque vamos disparados, a veces incluso en un avión supersónico hacia no se sabe dónde...
Espero encontrar mi alma a la vuelta de una esquina y soñar que los jardines colgantes existen más allá de un palacio medieval...
Madelaine había tenido ya varias vidas dentro de su vida y, a pesar de ello, sentía a menudo que su existencia transcurría como gotas de agua formando una estalactita.