La vida que ellos viven. La que a veces adivinas, furtivo, en los rostros que pasan por tu calle. La que sólo conoces por susurros oídos por azar junto a tu mesa, a la hora del café. La que te incita a pensar en ciudades, malecones, juzgados, factorías. La que hace que ahora escribas, distraído, unos versos sin fe. La que tú nunca cambiarías, lo sabes, por la tuya.