Entretenidas crónicas de un inequívoco Saramago a lo largo de su tierra natal. Tal vez flojea debido a las cuantiosas descripciones de iglesias, hecho que no es de extrañar cuando se viaja de pueblo en pueblo, no nos queda otra elección que la de visitar la abigarrada profusión de templos religiosos. Pero Saramago, con su peculiar estilo narrativo, es capaz de embellecer la más simple de las descripciones.
Hay que volver a los pasos ya dados, para repetirlos y para trazar caminos nuevos a su lado. Hay que comenzar de nuevo el viaje. Siempre. El viajero vuelve al camino".
"No es verdad. El viaje no acaba nunca . E incluso éstos pueden prolongarse en memoria, en recuerdo, en relatos. Cuando el viajero se sentó en la arena de la playa y dijo: ”No hay nada más que ver”, sabía que no era así. El fin de un viaje es sólo el inicio de otro."