UNA HISTORIA EN BICICLETA

Me dijeron que este libro era muy bueno, las reseñas ponían a Smithy Ide como a un Huckleberry Finn contemporáneo, hasta a Stephen King le pareció un best-seller... y después de haberlo leído, Smithy Ide me ha resultado un personaje más bien olvidable. Es así, no era capaz de conectar ni con él, ni con sus emociones, ni con sus vivencias. Bueno, sí que llegué a empatizar con él en un sentido, y es que a veces tenía que aguantar auténticas chapas de la gente que se iba encontrando por el camino. A lo mejor es un poco insensible por mi parte, lo admito jeje, pero Dios mío ¿por qué le tienes que contar todas tus desgracias a un tipo que acabas de conocer, y que encima parece que ni te está escuchando? Le podías estar contando la historia de tu vida, que él solo diría: «pues parece que va a llover». Literalmente, por un oído le entraba y por el otro le salía, pero esto me resultaba particularmente muy divertido. Es curioso, pero una de las cosas que más me llamó la atención de la novela es el libro que iba leyendo Smithy en su ruta con el club ciclista. Se titulaba Suzanne of the Aspens y era la historia ¿real? de una mujer que había visto a su marido y a su hijo morir casi a la vez, y a partir de ese momento debía aprender a vivir sola en el salvaje oeste americano. Estaba claro que había una conexión entre la historia de Suzanne y la de Smithy en cuanto al fallecimiento repentino de sus seres queridos, pero incluso busqué información acerca del libro, porque su argumento me llegó a interesar más que el de esta novela (manda narices). En honor a la verdad, me interesaba más la historia de cualquiera de los personajes secundarios (especialmente Bethany), que la del propio protagonista. No me mates, Stephen King, pero Smithy Ide no me parece un héroe inolvidable.