El príncipe Arlindo sabía que los siete enanos y la reina Blanca estaban cautivos en el castillo de la Gran reina Crudelia. Cogió su espada, y aunque le hubiera gustado llevar consigo al enano Ulrico por su aguda inteligencia, llego al castillo de Crudelia para poder rescatar a los siete enanos y a la Princesa. Para conseguir liberar a sus amigos el príncipe Arlindo debía conseguir una rosa negra, un perro verde y la pata de los huevos de plata. Para conseguir la rosa negra el Príncipe Arlindo fue a la gran mansión del gigante Florencio que medía casi dos metros y medio y le pregunto que tenía que hacer para que le diese una rosa negra. Florencio luchó con Arlindo y viendo que de nada servía dar puñetazos a aquel gigante, Arlindo intentó otra táctica. Se puso al alcance de Florencio y, cuando éste le intentaba agarrarle, Arlindo le cogió el dedo meñique y se lo retorció con fuerza. Arlindo no se daba por vencido, y después de una larga lucha, el gigante le concedió una de sus rosas negras. La flor que, según decía Arlindo era muy bella, al aspirar su aroma, se dio un disgusto por su mal olor y Florencio lo admitió; y por esta razón no dejaba que nadie viese esas flores, debido a su mal olor.