Se reúnen aquí por primera vez tres memorables incursiones en el territorio de la memoria, del pasado, de la infancia. Tres recuerdos de reuniones familiares propiciadas por celebraciones festivas -dos Navidades y un día de Acción de Gracias- convertidos en literatura de la más alta calidad gracias a la mano maestra de Truman Capote. Y Buddy, es decir, el pequeño Truman, es el protagonista de estos relatos. Un protagonismo compartido en dos de ellos -Un recuerdo navideño y El invitado del día de Acción de Gracias- por Miss Sook, una excéntrica pariente solterona a la que el niño se sintió muy unido en los años que pasó con los familiares de su madre en Alabama. En el tercero, Una Navidad, Buddy viaja a Nueva Orleans para encontrarse con su padre, al que apenas conoce. En estos relatos sobre la inocencia, el amor y la maldad se condensa todo el talento narrativo de Truman Capote (que no por casualidad admiraba a Isak Dinesen, otra gran contadora de historias). Este libro es, en definitiva, una concisa y magistral lección de literatura, de cómo la experiencia vivida se transforma en obra de arte.
Truman Capote "esconde" en Buddy su propia infancia, la inocencia, los sueños y deseos que poco difieren a cada uno de nosotros. Tres relatos de celebraciones navideñas, sirven para estrenarme con el autor (tiene mala rima el apellido salvo en Honduras) y romper mis manías sin anestesia, a sangre fria. Salgo ganando, en este primer contacto, pues la suavidad, elegancia y buen hacer de los textos te trasportan a años pasados, donde Buddy quería un avión, yo un camión con volquete, para irritación de mi madre y sus plantas. Al fin y al cabo, sueños de mágicos reyes (el de las blancas barbas no repartía entonces en Valencia) hasta que la mejor mentira que a todos nos contaron se hace insostenible, sin la participación de los padres. Con buenos pases de capote, Truman escribe tan bien que da pereza soltarle, como esas frias noches de invierno bajo el calor de una manta, (amaneció inusualmente fresca Valencia para estos días de septiembre) esa calidez y ese bienestar donde perder el tiempo, es ganarlo. No todo es magia, hay lugar para la maldad, para las complejas relaciones, a vista de infante como aderezo, donde la maestría está, no en recordar como lo vivió, sino en narrarlo. Y es que, para los que ya tenemos que ir en avión a nuestras infancias, este tipo de textos sirven de exfoliantes del alma, abren nuestros poros de melancolía y recargan nuestra sensibilidad perdida, por un camino lleno de trampas. Me ha hecho pasar un buen rato el librito, pero estas son mis sensaciones, tan ciertas como que aún sigo bajo el edredón y del que hoy no me sacan ni a escobazos. La gran verdad del libro y el momento o el pan y las ganas de comer. Pd. Al final me sacó el calor. Bendito clima.
Canta desde algún lugar un gallo: equivocadamente, porque el sol sigue estando al otro lado del mundo.