De Tratado de urbanismo, un libro que sorprenderá al lector por su capacidad para esquivar la mordaza de la censura franquista y, todavía hoy, felizmente vivo, Pardo apunta: “A punto de cumplir cuarenta años, este libro descreído de las posibilidades de la poesía, el más pesimista de su autor, atrae cada vez a más lectores. ¿Cuál es su secreto? Quizá ninguno: la falta de afectación, el estilo claro que no deja buen sabor de boca... Acusado por los críticos literarios de “realista”, Ángel González no parte de un orden previo venido a menos por su representación, no cree en un decir puro tras la máscara: es un rastreador de superficies, parásito del sentido que quiere parodiar. Frente a la historia contada por los vencedores de la Guerra Civil, su verdad sólo puede ser descrita con el lenguaje corrosivo de la ironía, apelando al lector con ternura y cinismo. Sabe que su propósito es imposible: autentificar una vida falta de sentido. Tratado de urbanismo muestra con lucidez las contradicciones de una poesía consciente de la inutilidad de las palabras pero eficazmente subversiva”.