Zambrano, el poeta del verso labrado, el de la palabra germinada, el de la poesía viva y sentida, la que evoca y convoca, se ha arrancado esta vez por tonás. Del acervo popular el poeta ha recogido hipérboles, giros, grumos de sentires y decires. Ha sido siempre poeta profundo y denso, ahora, enfrentado a los cuatro tercios de estas coplas, ha sabido condensar en ellas el amargor del silencio, la zozobra del amor y sus naufragios o el escalofrío existencial ante la muerte y los miedos. Las Tonás de los espejos son, cada una de ellas, espejos donde se ven reflejados aquellos cantes oscuros, cantes de profundidad y eco de pozo, pero cincelados ahora por el buril del poeta culto que siembra la palabra con justeza. Leer estos poemas es sostener un diálogo a compás con el autor, junto a la fragua donde siempre se templaron los sombríos ribetes de la vida: la muerte, el dolor, el amor y el tiempo.