Tiempos muertos es un poemario, tan desgarrado como intenso, tan poesía como verdad. Con un título tan descarnado como un cuadro frío y luminoso de Hopper, su unidad y su crescendo continuo, el juego de "usted" y "él", la reiteración de unas constantes capitales que se explicacn en sí mismas -soledad, silencio, p alabras, ausencia-, el verso y su manejo -siempre tan corto e intenso-, el cambio en la actitud de las voces poéticas, la imposibilidad de la comunicación. Sobre todo, destacar la furia del final, cuando parece gritar quien quería "apostar el corazón", sabiendo que el otro no estaba a la altura.